Zeitzeugen
La testigo de la época E. Süffert
Curación de asma en Munich
Una vecina me puso en contacto con el Sr. Gröning en Munich. Ella sabía que yo padecía de asma grave durante aproximadamente 14 años y que a menudo me había abandonado el ánimo de vivir.
Fui amablemente recibida. Bruno Gröning estaba sentado detrás de un escritorio, yo delante, brazos y piernas sin cruzar. Bruno Gröning me pidió respirar tranquila y profundamente. Ambos lo hicimos, lo que me pareció raro y ridículo. Inhale … exhale … inhale … exhale … Entonces me entró una sensación de calor por las piernas. El Sr. Gröning me habló sobre la buena cicatrización de la operación. Yo no había mencionado la operación anteriormente con ni una sola palabra. Él me explicó que lo percibía todo y así recibía los conocimientos. Me dijo que sabría de mi anterior ictericia infecciosa, que por las noches me tenía que levantar a menudo para ir a orinar y que durante días no podía ir al baño. Bruno Gröning sencillamente lo sabía todo. Ahora ya no tenía ganas de reír. El me indicó seguir respirando. Entonces recibí un ataque gravísimo y tuve la sensación como si tuviera una roca encima. El Sr. Gröning respiraba igual de fuerte que yo. De repente, poco antes de la asfixia, recibí el sentimiento como si una energía corriera por mi cuerpo, desde la cabeza hasta el estómago. A partir de ahí pude respirar hondo, bien y libremente. Esta noche dormía tan tranquila que mi marido me despertó. El quería ver si yo todavía estaba viva. Antes pasaba más rato sentada en la cama que acostada. Me escuchaba silbando, como si un tren entrara en la estación central de Munich.
En el encuentro percibí a Bruno Gröning muy interiorizado. Experimenté una unión espiritual de él hacia mí. Bruno Gröning me dio tres hojitas de estaño las cuales debía colocar sobre el pecho y el estómago. Él dijo que entonces podría respirar bien y así lo hice. Desde ese momento ya no tuve más ataques; nunca más.
Opiniones sobre Bruno Gröning
Personalidades famosas opinan sobre la persona Gröning
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"Gröning es una aparición única que no se puede integrar en ninguna escuela psicoterapeuta o psicológica. Yo creo que fue un hombre profundamente religioso. Un hombre modesto, bueno, servicial." Helmut Kindler, editor |
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"Tras compartir vivencias y el profundo conocimiento en la enseñanza de Bruno Gröning, tras ver las curaciones que de allí resultaron, su saber lleno de juicio, su carácter sencillamente leal, su fuerte y segura personalidad, todo eso me permite pronunciar una evaluación: Aunque era pequeño de estatura es inmensamente grande, por que él entregó toda su voluntad y todos sus dones extraordinarios, su saber para el bien de la humanidad." Anny Freiin Ebner von Eschenbach |
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"Resultó que el Sr. Gröning no examinaba a nadie de los que se dirigieron hacia él. No conozco ningún caso en el que el Sr. Gröning haya tocado corporalmente a un paciente. Nunca he conocido que él haya buscado inducir a un enfermo a renunciar de la ayuda de un médico especialista. Él tampoco recetaba ningún medicamento (…). No conozco ningún caso en el cual el Sr. Gröning haya exigido dinero a alguna de las personas tratadas por él (…). Yo nunca le he considerado un charlatán. (…) Para mi era indudable que de él salían fuerzas, las cuales causaban la curación en las personas." Obispo Dr. Hermann Kunst de Herford 1949 |
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"Gröning es un fenómeno extraordinario que no se puede comprender con la ciencia (…) Le podemos comparar con Sócrates, Juana de Arco, Gandhi y Albert Schweitzer, ya que él también se sacrificó totalmente por el bien de la humanidad en general. (…) Sus resultados milagrosos son tan extraordinarios que él ya está a la altura de una personalidad histórica. Las siguientes generaciones se ocuparán con él y con su obra." Josef Hohmann, director del Instituto de Enseñanza Media, historiador y científico de ciencias paranormales, 1957 |
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"Cuando Bruno Gröning fue totalmente despreciado y calumniado por ciertos círculos, no solo porque él fue descrito por sus contemporáneos parcialmente como curandero milagroso. Su amor honesto hacia los seres humanos fue evidentemente visible y encubrió su verdadero ser que era muy diferenciado: fue cristiano, anunciador y promulgador. La esencia de su vida y sus aspiraciones fueron reconocidas por sólo unos pocos." Hella Emrich, médica |
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"El fenómeno Gröning me ha interesado como médico de tal modo que he pasado muchas semanas, muchos días, y también muchas noches al lado de Gröning (…) Gröning nos da enigmas a los médicos: Primero: es capaz de curar a enfermos con fuertes sufrimientos, incluso ciegos, eso lo he vivenciado yo mismo, en poco tiempo o al menos conseguir su alivio mediante el contacto personal y una concentración muy fuerte. Segundo: Gröning es capaz de conseguir a través de la llamada ‘curación a distancia’ los mismos resultados, es decir, curación completa o considerable mejoría. Yo también he vivido curaciones a distancia. Nosotros los médicos podemos y debemos aprender mucho del Sr. Gröning, ya que hay un centenar de casos correctamente acreditados que el pequeño Gröning ha ayudado y ha curado completamente, donde la ciencia y el poder médico habían fracasado antes." Dr. med. Zetti, médico de medicina general |
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"Nadie puede negar que Bruno Gröning ya ha curado muchos enfermos que hasta entonces eran considerados ‘incurables’. La sabiduría escolar se apresura a explicar que esto no es nada extraordinario, al no ser que se actúe en enfermedades, cuya procedencia viene de la mente. Pero, el por qué ha tenido la medicina convencional hasta ahora tan poco éxito en este método de tratamiento, esto no se dice. ¿O son tan pocos estos casos que se prefiere callarlos por completo? El 'nuevo método de curación' en Herford de todas maneras se merece que se le preste atención y que se hable de ello." Dr. phil. A. Kaul |
La testigo de la época Anni Freiin Ebner von Eschenbach
"Era como si el médico se tuviera que acostumbrar de nuevo a ver a su esposa sana"
En 1950/51 Bruno Gröning dió durante un tiempo conferencias en el alberge 'Wiekersheim' en Gräfelfing. Anni Freiin Ebner von Eschenbach visitó alguna de esas conferencias y constató por escrito diferentes acontecimientos. Aquí un ejemplo: una silla de ruedas. Tenía la cara blanca como la nieve. Durante la conferencia perdió el conocimiento y parecía estar muerta. Bruno Gröning lanzó sólo una breve mirada hacia ella y tranquilizó a los presentes que se encontraban un tanto preocupados, especialmente el hombre a su lado.
Tras apenas media hora, ella despertó, se estiró, tenía las mejillas rojas y se levantó de la silla de ruedas, caminando hacía Bruno Gröning, todavía un poco insegura, pero con una expresión resplandeciente y asombrosa en sus ojos.
'¡Que hermoso, buena señora, cuando alguien puede de nuevo andar con sus propias piernas y cuando además el corazón palpita de nuevo a un ritmo normal! ¡Pero no vaya a recuperar en seguida todos estos años perdidos.... vuelva poco a poco y acostumbre el cuerpo lentamente a todas sus obligaciones!'
Cuando la mujer quiso darle las gracias, Gröning dijo: '¡Den las gracias a Dios! ¡Yo soy sólo su pequeño ayudante, y demuestre que es Ud. un verdadero hijo de Dios!'
El hombre que la había traído se levantó y habló con voz emocionada: 'Sr. Gröning, yo soy su esposo y yo mismo soy médico, para mí, mi mujer era incurable, aunque no dejé de probarlo. Ella sólo tenía ese único deseo de venir a verle. Yo estaba convencido de que se me iba a morir incluso en el viaje hacia aquí, pues ella estaba tan enferma del corazón que cada movimiento estaba vinculado con el peligro de muerte. ¡Estoy conmovido por este milagro y apenas lo puedo creer!'
Llorando de alegría empujó hacia afuera la silla de ruedas vacía y se sentó con su mujer en las sillas y escuchó con ella la conferencia de dos horas. A menudo observaba a su mujer desde el lado con cara de asombro, como si se tuviera que acostumbrar primero a ver a su esposa sana y feliz."
La testigo de la época G. Clausen
Liberación de muchos años de dolores en la pierna
En los años cincuenta vivía al lado de la base aérea de Uetersen. Un día pasó por delante de nuestra ventana Bruno Gröning, y mis hijos me llamaron la atención sobre él. Al Sr. Gröning lo conocíamos por el periódico. En el momento en el que veíamos al Sr. Gröning por la ventana pensé: "¿Adónde va?" Cuando vi que él iba hacia mi vecina, corrí detrás y llamé a la puerta. Descubrí que mi vecina era la hermana de Bruno Gröning. Fui dirigida a la cocina y pude sentarme en la mesa, frente a Bruno Gröning. Entre nosotros, en el lado ancho de la mesa, tomó asiento su hermana. Bruno Gröning me pidió sentarme totalmente abierta, sin cruzar brazos ni piernas y de prestar atención sobre lo que sentía. Él dijo: "¡Tome tanta energía como pueda!" Entonces noté para mi asombro, ya que él estaba sentado muy separado de mi, en las manos tanta corriente como si alguien soplara hacia mis manos. Puedo dar fe de ello. Entonces su hermana notó de repente e inesperadamente dolores en la pierna y gritó: "¡Ay que me duele, ay, ay!"
Yo pensé: "Esos son mis dolores, los que siempre me atormentan." Desde hacía años tenía la sensación como si mi pierna no me perteneciera, como si sólo estuviera pegada. La ayuda médica tampoco me había podido liberar de estos estados.
Yo grité fuerte: "¡Esos son mis dolores, dolores así las tengo yo siempre!" Bruno Gröning contestó con una sólo palabra: "¡los tuvo!" En ese momento desaparecieron los dolores en su hermana y yo notaba de nuevo mi pierna de forma totalmente normal. Estaba libre, no tenía más dolores, mi pierna otra vez formaba parte de mi cuerpo, y a partir de ese momento ya no estaba cojeando. Estaba sanada y sigo estando sana.
Bruno Gröning no ha pedido dinero, al contrario, me dió una hojita de estaño, en la cual estaba escrito: "¡Dios bendiga todos sus caminos!" La visita había durado una media hora, y después regresé a mi casa totalmente curada.
Testigo de la época Gottfried Kalz
"La noticia '¡Ella puede andar!' se difundió como la pólvora"
La madre de mi colega estaba encadenada a la silla de ruedas desde hacía 25 años. Cuando la conversación llevó hacia Bruno Gröning, yo le dije: "Inténtalo, invita a este hombre ..." Eso fue, creo, en 1956. Se pusieron en contacto con Bruno Gröning y él aceptó anunciando su visita para una mañana.
Cuando Bruno Gröning apareció, habían venido por curiosidad algunos conocidos de la familia W. La vieja Sra. W. fue sacada de la cama y sentada en la silla de ruedas en la sala de estar frente a Bruno Gröning. Nadie podía quedarse en la habitación, todos debían abandonar la sala.
Sólo la vieja Sra. W, y el Sr. Gröning se quedaron. Reventando de curiosidad escuchábamos atentamente delante de la puerta de la sala de estar, por si podíamos oír algo. De repente oímos alto y claro las palabras de Bruno Gröning: "Levántate y anda ..." ¡Puedo dar fé que la vieja dama no podía andar antes ni un solo paso! Cuando oímos esas palabras, nada nos pudo frenar delante de la puerta. La abrimos bruscamente y vimos que la vieja Sra. W. andaba. La mujer de mi colega quiso servicialmente apoyar la mano de su suegra, pero Bruno Gröning dijo que la Sra. W. podía andar sola. ¡Ella se había realmente levantado y se había puesto a andar, libremente, totalmente sola! A todos se nos saltaron las lágrimas, casi no lo pudimos creer, ¡pero lo habíamos vivido y visto con nuestros propios ojos!
Bruno Gröning no había hipnotizado a la vieja señora W, ni la había tocado... nada. Él sólo la había mirado fijamente a los ojos y dijo: "Levántate ..." Y milagro: ella andaba.
Yo me pregunté en aquel entonces: "¿Y si realmente existe un Dios?" No había ni una sola persona en la habitación que no llorara de alegría. Fue sencillamente una vivencia conmovedora. A continuación dijo Bruno Gröning: "Ahora puede Ud. caminar."
La Sra. W. fue la conversación principal del barrio. Eso fue una sensación. La noticia circuló como la pólvora: "¡Puede andar!" En muy poco tiempo vinieron aproximadamente 200 personas y querían ver como andaba la señora W. Ella caminaba la calle hacia arriba y hacia abajo y lo demostró a la gente.
Bruno Gröning no había exigido dinero para su visita. Yo sólo puedo decir cosas buenas de él, él tenía una irradiación muy especial. La curación de la Sra. W. ha permanecido.
La testigo de la época Christa Hinz
Un lisiado de guerra salta por encima de la valla de un cercado
Por una amiga había oído de la obra de Bruno Gröning en el Traberhof. Por ello también fui allí durante dos días. A mi llegada había entre diez y veinte mil personas en el criadero de caballos. Bruno Gröning aún no estaba. Le esperamos durante horas.
Entonces vino y habló desde el balcón a la gente. Yo noté una corriente eléctrica y una vibración, un hormigueo por todo el cuerpo. Otras personas también se movían, sus miembros volaban verdaderamente. Algo así no lo hubiera creído si no lo hubiera vivido yo misma. Algunos presentes empezaron a gritar: "¡No necesito más los bastones!" y: "¡Puedo andar de nuevo!"
Estábamos todos cabeza a cabeza, pero a pesar de ello me movía entre la multitud, porque me interesaba tanto lo que estaba ocurriendo.
Camilleros de la Cruz Roja ayudaban a un hombre a ponerse en pie, pues estaba acostado en primitivas tablas de madera. Él levantaba las manos buscando ayuda, el sudor le caía a chorros. Yo le pregunté que le faltaba y él respondió: "Soy un lisiado de guerra." Más tarde, este hombre se levantó entero de su lecho.
Entonces vi a un lloroso abuelo que estaba allí con su nieto de ocho años. El joven no podía andar. Habían construido un carrito, compuesto de sencillas tablas, para traer al joven aquí, al Traberhof, a Bruno Gröning. El viejo me explicó entre lágrimas que su nieto ahora podía andar de nuevo.
Otro hombre saltó por encima de la valla y yo le dije: "¡Vaya, Ud. está aquí fuera de lugar!" A lo cual me contestó él: "El domingo pasado todavía estaba paralítico, andaba sólo con muletas", y ¡cinco días más tarde saltaba ese mismo hombre por encima de las vallas! Él emitía una gran felicidad y me enseñó su carnet de lisiado de guerra.
También encontré en el pueblo a un hombre viejo. Estaba sentado en una silla de ruedas. Él había perdido su curación. La gente había afirmado que las curaciones no perdurarían y que Gröning era un charlatán. Él había dado crédito a esas palabras.
La gente estuvo allí día y noche. Todo el tiempo que yo estaba en el Traberhof no noté nada de hambre. La multitud no estaba histérica, todos creían y confiaban en llegar a ser sanos. Cuando yo vi allí a esa gente acostada sobre tablas, o apoyadas en muletas, estuve interiormente tan conmovido que me faltaban las palabras y no podía mirar todo aquello.
Creo que Bruno Gröning tenía una unión muy especial con Dios. Siento pena no haberme podido encontrar con él más a menudo. Todavía hoy pienso con frecuencia en lo vivido.
Informe de un testigo contemporáneo
Curación de un estreñimiento y de una embolia - "Este acontecimiento estaba en boca de todo el pueblo"
Mientras los buscadores de ayuda esperaban a Bruno Gröning en la plaza Wilhelmsplatz, en otro lugar ocurrían escenas como la siguiente:
Los médicos habían desahuciado a la madre de nuestro testigo de la época. Durante seis semanas no había conseguido defecar. Todos los esfuerzos médicos, como lavativas, laxantes, etc., no tuvieron éxito. Además se juntó a todo ello una embolia.
Testigo de la época: "Nosotros, es decir, todos los miembros de nuestra familia estábamos destrozados. Nos agarrábamos a cualquier clavo ardiendo para encontrar ayuda y curación para nuestra madre. En esta situación oímos que Bruno Gröning estaba aquí en Herford, en la calle Wittekind, en casa de un enfermo grave. Me puse en camino. Allí estaban ya aproximadamente otras 20 personas, las cuales todas también buscaban ayuda. En el saludo me dijo Bruno Gröning: 'Espéreme en la cocina. Esta tarde iré con Ud. a ver a su madre.' De cómo sabía él que yo había acudido a él por mi madre, no lo sé. Yo no se lo había dicho.
Durante la espera en la cocina presencié lo siguiente: Mientras tanto entró una madre con un niño. Ese niño tenía una tos ferina horrible. Nosotros ya habíamos oído el toser espantoso desde lejos. El niño y su madre fueron dirigidos hacia nosotros a la cocina. Bruno Gröning le acarició cariñosamente el pelo. A su madre le dijo: 'Preste atención a su hijo, porque en un cuarto de hora vomitará una mucosidad amarilla.' Bruno Gröning salió después de la cocina para volver de nuevo hacia los demás. De repente empezó el niño a tener arcadas. En el momento justo pude cogerlo y sujetarlo por encima de la caja de carbón y allí vomitó. En toda mi vida no había visto un vómito así. Más tarde dijo Bruno Gröning a la madre: 'El niño está sano …' Entonces se fueron y la niña ya no tosía.
A media noche nos dirigimos a casa de mi madre, hacia Bielefeld. Durante el viaje me dijo Bruno Gröning que yo no me tenía que preocupar, ya que la fuerza curativa venía de Dios. El hombre debe creer en lo bueno. Además me comunicó Bruno Gröning que él ahora durante el viaje estaba ocupándose ya de mi madre, es decir, que tenía la mirada puesta en ella espiritualmente.
Cuando entramos en el dormitorio de mi madre, Bruno Gröning se sentó con ella en la cama. Para mi gran satisfacción vi que sus ojos ya estaban sustancialmente más claros. El estómago, sin embargo, se arqueaba todavía como un tonel. Bruno Gröning hablaba con ella y observaba como se instalaba de nuevo en mi madre la alegría de vivir. Su corazón estaba abierto hacia Bruno Gröning; ella creía en él. Bruno Gröning pidió un vaso de agua para mi madre y dijo que eso le sentaría bien. Yo busqué agua fresca del pozo en el patio y mi madre la bebió. A mi padre le dijo Bruno Gröning: 'Fíjese en la exoneración y en la orina de su mujer. Ud. verá y se asombrará como se va toda la escoria y como sale todo.' Mi padre preguntó a Bruno Gröning cuánto le debía, que estaba endeudado con él. Pero Bruno Gröning sólo dijo: 'Hemos de agradecer a Dios Padre y escribir una carta de agradecimiento por lo que hemos experimentado.'
Al día siguiente, los ruidos en el estómago de mi madre se dispararon. Mi padre dijo que ella pudo echar un montón de cosas hacia fuera. Dos días después se levantó, mi madre se levantó totalmente curada. Al mismo tiempo fueron también curadas, sin intervención médica, sus llagas en las piernas y sus varices. El médico que la trataba se quedó sin palabras. El acontecimiento estaba en boca de todo el pueblo.
Cuando miré a los ojos de Bruno Gröning, supe: ¡Es una persona creyente! Él tenía una irradiación extraordinaria. Si a mí antes alguien me hubiera contado una experiencia así, hubiera pensado: '¡Vamos, está chiflado!' Pero el hombre debe primero vivir algo así por si mismo para poder creerlo. Este acontecimiento será para mi siempre una vivencia única."
La testigo de la época L. Schlüter
Curación en Herford de sordera, ceguera y parálisis - la irradiación de Gröning dijo más que mil palabras
El pueblo westfaliano Herford era el lugar donde comenzó la obra de Bruno Gröning a gran escala. También la prensa tomó nota de ello e informó. Empezaron a venir miles de buscadores de ayuda, de cerca y de lejos para experimentar aquí ayuda y curación. Entre todas estas personas se encontraba la Sra. Schlüter con su suegra ciega. Ella estaba físicamente muy débil y necesitaba constantemente ayuda, tanto para vestirse, para ir al baño, etc.
La Sra. Schlüter informó como sigue: "Me enteré de las numerosas curaciones a través de una revista. Allí se vieron, entre otras cosas, fotos que reflejaron los acontecimientos allí en Herford. Y yo me dije: ¡Tienes que ir allí con la suegra!
Apretados, como sardinas en lata, estábamos allí en medio de esa multitud en la plaza Wilhelmsplatz, delante de la casa nº 7. A nuestra derecha había aproximadamente 30 personas que estaban sentadas en sillas de ruedas. Todos esperábamos y esperábamos. Nadie hablaba. Estábamos todos tensos y mirábamos arriba, hacia el balcón, en el cual debía aparecer Bruno Gröning. Ya era muy tarde, casi de noche. Entonces vino alguien al balcón para consolarnos. El dijo que Bruno Gröning estaba todavía con otros buscadores de ayuda: "¡Tened paciencia! ¡Es seguro que Bruno Gröning va a venir!" Y así perseveramos tres días y tres noches.
De repente, Bruno Gröning estaba allí, nos alegramos todos. Bruno Gröning nos habló, diciendo que todos buscamos ayuda y curación y que Dios es el mayor médico de todos los hombres. Después les pidió a los paralíticos que dejaran sus sillas de ruedas: "¡Podéis andar! ¡Levantaos!" Nadie lo hizo. Bruno Gröning animó a los paralíticos de tener de nuevo confianza en Dios Padre y de levantarse. "¡Creed que podéis, levantaos!" Y luego se levantó uno tras otro de su silla de ruedas. ¡Podían andar! Nadie lo podía creer. Todos estaban atónitos. La gente lloraba ante lo que vieron.
Entonces Bruno Gröning dijo: 'Pido a los ciegos y sordomudos que vengan hacia la entrada de la casa.' Entonces, mi suegra y yo nos fuimos allí, donde él también habló con ella. Allí en la entrada de la casa, Bruno Gröning también tomó a un niño sordomudo de aproximadamente dos años de los brazos de su madre. El Sr. Gröning acarició al niño y habló con él. Después sostuvo un diapasón al oído del niño. A continuación el niño giró su cabeza. Se podía observar claramente que el niño podía oír ahora. Otro niño recuperó la vista. Estas fueron las escenas más conmovedoras que yo he visto en toda mi vida.
Más tarde regresamos a casa. Mi suegra ha cambiado tanto que se podía mover libremente por casa sin ayuda ajena. Su estado general mejoró tanto que ya no necesitaba de ayuda, ni para vestirse, ni para ir al baño.
La vestimenta de Bruno Gröning era modesta y sencilla, como de cualquier otra persona. Sin embargo, radiaba amor como ningún otro ser. Uno podía tener confianza hacia él a la primera. Su carisma sencillamente decía más que mil palabras."
El testigo contemporáneo H. Steurer
Bruno Gröning ayuda a un lisiado de guerra
Bruno Gröning viajaba muy a menudo en tren hacia los que buscaban ayuda. En un viaje sucedió lo siguiente:
H. Steurer: "El tren en el cual estaba sentado Bruno Gröning entró en la estación de Innsbruck. Hizo allí una corta parada. Bruno Gröning bajó la ventana de su compartimento y miró afuera. Al mismo tiempo yo esperaba en este andén, teniendo fuertes dolores.
Había leído en los periódicos sobre Bruno Gröning y su ayuda a la humanidad sufriente. Me encontraba enfrente del tren rápido, por cuya ventana miraba Bruno Gröning. Entonces fui hacia él y le pedí a Bruno Gröning si me pudiera ayudar, ya que yo tenía unos dolores tan fuertes. Bruno Gröning se retiró un momento en el compartimento y me pasó por la ventana una bola de estaño. Él dijo que yo debía colocar la bola en la zona dolorida y rezar. Después, el tren se puso de nuevo en marcha.
Los dolores provenían de una explosión de una mina y de las heridas de metralla causadas por ello. Desde entonces no tengo el ojo derecho y me falta un brazo. Seguí enseguida el consejo de Bruno Gröning y coloqué la bola. Al cabo de muy poco tiempo los dolores habían desaparecido y no volvieron nunca más. Ya desde el primer momento me dió el Sr. Gröning una especial y grandiosa impresión. Tuve la sensación de que él es un hombre que realmente puede ayudar. Tampoco había pedido dinero por la bola, sencillamente me había ayudado desinteresadamente."